Se plantea aquí un balance inicial, desde el punto de vista metodológico, de esta primera práctica de arqueología subacuática realizada en las aguas uruguayas. Esta se enmarca, como no podía ser de otra manera, en las características generales que presentan los pecios que se encuentran en nuestras aguas, en las limitaciones que se plantean en esas circunstancias y en la necesidad de ajustar nuestra intervención a las condiciones particulares de la legislación y de la economía uruguayas. (35)
Considerados como sitios arqueológicos, los lugares de naufragio están caracterizados por encontrarse, en su mayoría, en aguas poco profundas, en zonas de rompientes de una gran dinámica, lo que ha generado condiciones de abandono de la embarcación y de supervivencia de los pecios de consecuencias trascendentes a la hora de su abordaje desde el punto de vista arqueológico.
Estas son, en primer lugar, que esa gran dinámica tiene como consecuencia la destrucción y dispersión de los restos. (36) Destrucción que se produce no sólo como consecuencia de la acción mecánica del oleaje y de las corrientes sino que, dada la alta oxigenación de ese tipo de aguas, (37)se crea un medio ideal para el desarrollo de los procesos de oxidación de los metales y de descomposición de la materia orgánica. Por otra parte, el desplazamiento de los pecios, empujados por el constante oleaje, hace que muchas veces estos terminen sobre las propias playas posibilitando la recuperación sistemática de restos de la es embarcaciones por parte de las poblaciones costeras. (38)
A este hecho debemos sumarle que, en la mayoría de los casos, producido el naufragio y una vez restablecida la calma, la nave queda en situación de ser abordada o buceada, recuperándose, en mayor o menor medida, su contenido.
Este tipo particular de sitio arqueológico nos plantea el problema de las intervenciones posibles y replantea el problema de la definición del patrimonio arqueológico subacuático, es decir cuándo y cómo una embarcación varada sobre nuestras costas adquiere valor patrimonial. En nuestra breve existencia hemos visto desaparecer, literalmente, grandes embarcaciones, las que hoy son chatarra y mañana serán patrimonio subacuático; mientras que hay casos -como el del Graff Spee- que hoy, por sus implicancias históricas, puede ser considerado patrimonio y que mañana será chatarra. (39)
Los resultados de la intervención arqueológica están entonces fundamentalmente limitados por:
1) las dificultades de acceso a sitios que se encuentran en zonas de rompientes;
2) la selectividad de los objetos que aún permanecen; (40)
3) las dificultades de reconstrucción teórica de estas estructuras; (41)
4) las dificultades de interpretación arqueológica consecuencia de los ítems anteriores;
5) las dificultades -ante las condiciones económicas - de decidir qué tipo de intervención, en qué sitio y con qué
alcance, es la más adecuada.
35) En términos generales, en el caso particular de la arqueología subacuática en aguas uruguayas, debemos, al momento de plantearnos una investigación arqueológica, tener una clara conciencia del carácter normalmente residual de nuestro objeto de estudio.
(36) Generalmente la acción de las olas hace que todos los elementos que no permanecen cautivos al interior del pecio, incluídas pesadas piezas de metal, terminen depositadas sobre la franja costera, situación que ha provocado la creación de un verbo "playear", entre las poblaciones costeras, referido a la recuperación de elementos -principalmente maderas- aportados por el mar.
(37) Incluso en muchos casos, restos de las embarcaciones permanecen por encima de la superficie.
(38) En particular la recuperación de aquellos metales y sus aleaciones, como el cobre y el plomo, que van quedando aparentes a medida que desaparece oxidada la estructura de hierro.
(39) La ley 14.343, que luego analizaremos, está concebida esencialmente para fomentar, mediante la recuperación económica, el desguazado de los pecios.
(40) Esta resulta tanto de las condiciones de depositación en las que los objetos pueden perderse o quedar casualmente aprisionados, o porque sus características específicas de forma y de peso hacen que permanezcan anclados en el sitio, cobrando -por su presencia- mas peso en el conjunto arqueológico que el que realmente tenían en la embarcación.
(41) Reconstrucción teórica, obviamente.
Si bien los trabajos descritos se hicieron en aguas oceánicas en ninguna época del año se pudo contar –salvo excepciones- con buenas condiciones de buceo. El agua estuvo mayoritariamente turbia, con una visibilidad que no superaba promedialmente el metro de distancia, a lo que debe sumarse la constante pérdida de días de trabajo debido a la fuerza de los vientos. (42)
La baja visibilidad dificulta las operaciones de registro, aumentando las probabilidades de error y obligando a reiterar las mismas mediciones, llegando incluso a causar el extravío de los buceadores los que muchas veces se vieron obligados a retornar a la superficie para volver a encontrarse con su compañero de inmersión. Estas condiciones generan una baja rentabilidad del tiempo invertido la que obliga a ser selectivo en relación al grado de resolución del registro.
Como el tiempo de buceo se contabiliza en horas/hombre, sumando el total de los minutos utilizado por los distintos buzos, estas, lógicamente, aumentan en función de la cantidad de buzos que están al mismo tiempo en el agua, lo que debe ser tenido en cuenta a la hora de planificar una intervención en la que, de acuerdo a lo expuesto, el tiempo efectivo de trabajo será siempre limitado. (43)
Sin embargo, no hubo dificultades mayores para el relevamiento planimétrico - realizado en base a la triangulación a partir de una serie de "Puntos Base" establecidos en diferentes zonas del pecio- el que resultó efectivo pese a las condiciones de baja visibilidad. Se plantearon sí dificultades para el registro fotográfico el que fue parcialmente sustituido por el registro con cámara de video con el que se logró una documentación satisfactoria en esas mismas condiciones.
(42) Esto sucedía incluso en los trabajos en la bahía de Maldonado, con los vientos del SW, para los que esta no ofrece reparos.
(43) Durante nuestro trabajo llegó a haber 8 buzos trabajando simultáneamente. Las inmersiones promedio duraron aproximadamente 45 minutos, llegándose a un máximo de 4 inmersiones por día y por buzo una vez que las aguas se templaban.
De acuerdo a los datos que hemos podido recabar, son siete las áreas arqueológicas a lo largo de la costa (44)que han sido objeto de solicitudes de búsqueda ante la Comisión del Patrimonio, involucrando, en distintos momentos(45), a siete profesionales, cinco uruguayos y dos argentinos. Seis de esas áreas se encuentran en la llamada etapa de "búsqueda" y sólo en el caso de Bahía de Maldonado se comenzó la etapa de "rescate".
La única información académica disponible, en forma pública, sobre estos proyectos, no habiendo difusión de los informes recibidos por parte de la Comisión del Patrimonio, se refiere a los resultados de la fase de búsqueda de Bahía de Maldonado, los que fueron presentados en el IX Congreso de Arqueología Uruguaya en 1997. (46) En los hechos los investigadores trabajan en forma casi completamente aislada, sin intercambiar experiencias e información entre ellos.
La falta de apoyo académico y la falta de respaldo institucional por parte de la Comisión del Patrimonio, generan una situación en la que es muy difícil actuar frente a los permisarios, quienes aceptan al arqueólogo como una imposición burocrática, y del que pretenden que entorpezca lo menos posible los objetivos económicos de la empresa.
Pese a las circunstancias enumeradas el balance no es negativo. La aparición en escena de los "buscadores de tesoros" despertó el interés sobre la Arqueología Subacuática, tanto por parte de las autoridades del Patrimonio como del ámbito académico.
Por primera vez un arqueólogo se sumergió en aguas uruguayas y comenzó a gestarse así una experiencia propia, la que, tras 4 años de actividad cuenta hoy con cientos de horas de investigación subacuática. La actividad de los buscadores de tesoros permitió también la participación de equipos de profesionales extranjeros (47) los que aportaron una valiosa experiencia.
Tenemos entonces hoy una experiencia uruguaya, con todas las limitaciones del caso, que ha logrado aplicar una metodología, en una permanente y difícil negociación con los permisarios, metodología que permite un amplio registro de las estructuras y objetos presentes en el pecio.
Asimismo se han detectado importantes carencias en el sistema de control implementado por las autoridades, fundamentalmente en lo relativo a los procesos de conservación de los objetos rescatados, aspecto que hasta ahora no ha estado suficientemente contemplado y que, a partir de cierto punto, escapa a las capacidades técnicas del arqueólogo.
Para superar buena parte de las carencias planteadas el Uruguay debería desarrollar, a nivel de la Universidad de la República, una unidad académica específica en el campo de la Arqueología Subacuática, unidad que se encargue de la formación de los profesionales involucrados, del apoyo técnico ante diferentes problemas que se le planteen, de la contratación de profesionales en aquellas áreas -como la conservación de materiales sumergidos- que no tienen ningún desarrollo en el país, etc.
Esta actividad permitirá generar una "masa crítica", relativa a la Arqueología Subacuática, consolidando un cuerpo de investigadores de sólida formación, el que con su accionar irá desplazando el efecto propagandístico de la búsqueda de tesoros hacia los resultados académicos que se multiplicarían.
(44) De este a oeste: Cabo Polonio, Isla de Lobos, Bahía de Maldonado, Banco Inglés, Boca del Santa Lucía, Boca del Rosario, Punta Artilleros.
(45) Tres de los profesionales involucrados han debido renunciar por razones motivadas principalmente por la imposibilidad de lograr una adecuada coordinación con los permisarios.
(46) A. Lezama y M. Bound "Arqueología subacuática en la bahía de Maldonado". En: Arqueología Uruguaya hacia el fin del Milenio (Actas del IX Congreso Nacional de Arqueología Uruguaya, Colonia 1997), Tomo II, pp. 163-176. Gráficos del Sur, Montevideo, 2001.
(47) El equipo MARE de la Universidad de Oxford, dirigido por Mensum Bound, el que estuvo trabajando dos meses en bahía de Maldonado.